Páginas

lunes, 28 de agosto de 2017

SALTAR FUERA Y DANZAR ENCIMA

CONFERENCIA*


Por Silvio Lang

Quisiera compartir, aquí, un protocolo de experimentación de crítica artística y una percepción de un estado de situación crítica de la política.

Vivo la crítica como la acción de detectar y descomponer trascendencias, es decir, enfrentar y desmontar estructuras de obediencia y totalización. En ese “carácter destructivo” aplicado a lo teológico político se produce una cosa nueva, aparece un campo de posibles que son formas de vivir y hacer cosas. Destituir el mundo mientras lo voy creando. Es un gesto doble: destituir y devenir a la vez. Y no se activa sin la pasión del odio a los dispositivos de opresión que explotan mi existencia; y ni se hace sin un coraje mortífero y una estrategia vital. Se trata de una crítica práctica. Me reenvía a una situación de sometimiento e impotencia al tiempo que busca el modo de zafar de ella y prueba un raje. La crítica práctica es una  fuerza actuante en el presente de poder en el que me encuentro. Produce fuerzas que reconfiguran las fuerzas que me gobiernan. Crea prácticas de liberación. Es decir, lo que los cuerpos pueden hacer con los cuerpos y con las fuerzas que actúan sobre ellos.  Se trata de desertar, salirse de la fila, y crear vínculos o cercanas distancias de las cosas y los seres, a partir del encuentro de una situación que me puede. Ese es mi arte estratégico de la composición de los mundos. “Hay que saltar fuera y danzar por encima”, decía Loytard.  Si las fuerzas productivas y de poder de la época son biopolíticas y semióticas habrá que saltar la sensibilidad y la percepción codificadas; desplegar una ofensiva estratégica a la captura neoliberal generalizada de todos nuestros contra-poderes.

Quisiera, ahora, recuperar algunas ideas de un reciente artículo de Verónica Gago y Mario Santucho, “Apuntes más allá de la neblina electoral”, sobre las PASO del domingo 13 de agosto, publicado en revista Crisis, el pasado sábado 19. Ambos autorxs se inscriben en una crítica al neoliberalismo y describen los atributos exitosos del macrismo como: una fuerza política transversal que acrecienta su dominio territorial con consenso social a largo plazo; atravesando clases, sectores y ciudades; la vanguardia latinoamericana contra el populismo; una interpretación en clave empresarial del “¡Qué se vayan todos!” del 2001; la construcción de una sociedad pos-peronista; la traducción en clave emprendedora del progreso popular; un cambio antropológico que va de la equivalencia trabajo=dignidad a la conjunción consumo y mérito; una fuerza progresista que promete, no sin marketing: transparencia y horizontalidad política, blanqueo de las prácticas neoliberales que organizan nuestro cotidiano, y la expectativa social de inclusión competitiva que bloquea cualquier capacidad crítica.

El macrismo en tanto neoliberalismo situado, junto a la caracterización que hacen Gago y Santucho, puede ser comprendido como la gobernabilidad de la mutación antropológica que estamos experimentando la especie humana, que se expresa en nuestras formas de vivir, en los modos de conocer o producir conocimiento y en las maneras de percibir las cosas y experimentar las sensaciones. Franco Berardi “Bifo” ya ni lo llama “semiocapitalismo” al neoliberalismo, desde su último libro, Fenomenología del fin, ha comenzado a llamarlo: “Era conectiva”. El macrismo son nuestras vidas neoliberales totalizadas y normalizadas en la abstracción del signo dinero de la economía de las finanzas, reproducidas por los automatismos tecnológicos en los planos del deseo, la imaginación y la percepción y formateadas en el deseo-amo de hacer empresa sea donde sea. Cada unx de nosotrxs somos producidos como activos corporativos. Se trata del proyecto humano de adaptar y producir cada aspecto de nuestras vidas bajo el código puritano de la medición, que funciona por el cálculo, la competitividad, la productividad, el rédito y el éxito.

La política no es una esfera separada de la vida. Tampoco son discursos sobre la vida. La política se responde en el cómo vivimos. Se puede hacer política desde cualquier punto de la vida. Lo político de la vida es el encuentro con una situación que nos excede; el conflicto entre formas de vivir y de percibir, entre sensibilidades y mundos. Lo político es el encuentro con lo más próximo; con lo que te enferma; con tu fracaso; con tus opresiones; con tus derrotas; y con lo que te dan ganas.

“En todas las cosas, la hegemonía ha muerto y las singularidades se vuelven salvajes”, escribe el grupo Comité Invisible en su último libro, Ahora. Para el Comité asumir la fragmentación del mundo es ver la posibilidad de pluralizar e intensificar los vínculos, de enlazar fragmentos de mundos amigos, de tramar encuentros, de configurar redes. En la segregación paranoica que promueve la cibernética se palpita su contracara: la posibilidad de salir de tu casa e ir al encuentro; de trabajar en la ligazón conflictiva, de organizarse, mezclarse, amarse y devenir juntos. No se trata de proponer otras economías, de buscar la tangente por colectivos y cooperativas -son falsas salidas porque el Capital contabiliza cualquier ganancia. Para el Comité hay que “salirse de la economía”: ¡Abajo la economía!” y “¡No a la uberización del mundo!”. Hay que agujerear las estructuras económicas, hacer otra cosa de lo que autorizan. Distanciarse lo más que se pueda de las relaciones hostiles y de la esfera del dinero como formas de mando; organizarse, en cambio, a partir de lo que nos gusta hacer. Si el Capital explota nuestra energía transindividual y los vínculos de cooperación con los que hacemos todas las cosas, habrá que reapropiarse de esa energía, recombinar esos vínculos y relanzar el tiempo concedido de nuestras vidas. Cuando las fuerzas productivas son biopolíticas y semióticas, por el momento, nos organizamos en una ofensiva sensible y perceptiva. El campo de lo sensorio es la crítica práctica y subversiva de la “era conectiva”.

Pero, ¿cómo se compone y se dirige una “máquina de guerra” sensible? Tres líneas de combate implican a cualquier “máquina de guerra” en tanto práctica de creación que desarregla las estructuras de obediencia y opresión en nuestras vidas: el presente histórico donde nos posicionamos como artistas; nuestras propias neurosis donde el deseo está sometido; y la demolición del código que captura nuestra potencia de actuar. Una “máquina de guerra” articula lo personal con lo político; es nada sin una escritura que tensione y desbarajuste la propia lengua del “pensamiento heterosexual”; a la vez, que instituye una percepción común de las situaciones que nos afectan a todxs. En medio de la captura generalizada de todos los contra-poderes y encapsulamiento de todas las insurrecciones con que opera el neoliberalismo fascista, en nuestro presente, redistribuir el valor de uso del trabajo de la creación artística y la actitud de la práctica escénica se vuelven pensamientos estratégicos. La actuación escénica puede asumir una investigación de las fuerzas del mundo que nos afectan; la puesta en escena puede devenir un dispositivo de enunciación colectiva que desorganiza el código del mundo representado para abrir un campo imaginario de posibles; la dirección escénica, corrida del deseo-amo, puede considerarse la práctica que teje el plano de consistencia de los deseos comunes. Se trata de considerar la práctica escénica como “máquina de guerra” sensible que despliega una lógica de ocupación reconfigurando el espacio público en espacio común. Provocar un movimiento intensivo entre los escenarios y los públicos. Hacer una revolución, es decir, un espectáculo en el cual un grupo de personas se plantea en qué mundo vivir. Vivir es crear a la altura de las fuerzas que nos afectan y que no están inscriptas en el régimen de la representación.


* Texto escrito para las Jornadas de la Nueva Crítica, organizadas por el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires –MACBA- y el Centro de Investigaciones Artísticas –CIA. Leído en la mesa “Arte, Política y Reencuadramiento: modelos sobre las relaciones entre cultura y sociedad”, junto a Ana Longoni, Daniel Molina y Lucas Rabinoch, el jueves 24 de agosto de 2017, en el MACBA.


1 comentario: