Presentación revista *
Por Silvio Lang
Hay
una prescripción de Jacques-Alain Miller a l*s psicoanalistas, que me entusiasma por su interpelación de coraje: ante el
desencantamiento del psicoanálisis, un
esfuerzo de poesía. ¿Para qué? Para seguir la enseñanza del maestro. Es la
enseñanza de un doctor de la ignorancia
en el siglo XX, que prefería hacerse llamar “analista”. Pero, claro, ningún
maestro acepta ese mote. Sólo sus amantes seguidores pueden llamarlo así. ¡Ey,
maestro! ¡Lo acompaño fielmente para que me indique por dónde es necesario ir
más allá en este sendero sin bordes…! Su epígono, Alain Badiou, se lo
declara más o menos así. Por amor a Lacan, sin más.
Bien.
¿Qué puede leerse, en principio, de esta prescripción de Miller? Que para seguir
a Lacan hay que ponerse en el lugar de su enunciación, a saber, la escritura. Próximo
a Duras y Derrida, Lacan, supo que la escritura es un movimiento de huellas y
que toda experiencia es grafemática. Los grafemas –la letra, el trazo- son huellas
en fricción como el fru-fru de los vestidos en la pista de baile. Lacan se
lanzó a esa danza de huellas aunque
no siempre supiera con qué pie seguir. ¿Cómo hizo el maestro para escribir la odisea
del psicoanálisis en un carnet de baile?
Se
supo que el síntoma último de Lacan fue un escritor irlandés, que rompió todos
los vidrios de la literatura, así lo catapultó Virginia Wolf. Ese escritor fue James
Joyce. “Joyce el síntoma”, fue el
último nombre propio de Jacques Lacan. Como escritor murió, el doctor. Digo,
ahí pudo morirse Lacan, luego de llamarse en nombre de Joyce. Murió a la vera
de Sócrates, envenenando de ideas al siglo XX. Hay que arriesgar arriesgarse a la experiencia escrituraria, podrían
haber sido palabras testamentarias Lacan. Escribir con método la experiencia, arriesgarse
con el grafema, que te pone al borde del vacío del blanco de la página, es
saber sostenerse en la inconsistencia de nuestras vidas. Este escribir, que organiza
el movimiento de ser y de pensar en el vacío, implica un trabajo de análisis de
situación y coraje de decisión. La existencia y el pensamiento son una misma
desición. Hay escritura porque no hay fundamento último, ni primero. El gran-uno-no-es. Si sólo hay multiplicidad, entonces, pensemos
el múltiple, nos quiere decir Lacan. Contemos el uno por uno, que es siempre un
múltiple que se sustrae al múltiple del Gran Uno.
Los franceses popularmente dicen lâcher prise. Soltar la presa, dejarla
ir justo antes de cazarla. Eso hace Lacan en su escritura y eso ha dicho Derrida
de la deconstrucción. Pero Lacan
provee los axiomas o reglas de producción de la salida de caza y así organiza la
pesquisa del pensamiento contemporáneo. Es más, diría que después del mito
marxista con el que aún sostenemos la economía libidinal del planeta, lo que
guarda la posibilidad de sustracción a la voracidad del capitalismo es el mito
del psicoanálisis lacaneano. La práctica y la teoría de Lacan son intragables
para la maquinaria capitalista aunque las banalice. No hay que lamentarse de la
banalización del psicoanálisis porque prepara las bases para la organización
política pensable en el psicoanálisis.
Ahora bien. ¿Qué organización se da
la revista Enlaces con los axiomas y
los conceptos de Lacan? Primero, diría que es el montaje editorial de una
militancia, que opera por una formula de enlace entre clínica y cultura.
Formula una clínica de la cultura. Si hay militancia hay una voluntad política
que se sostiene y se despliega. Esta política de la revista Enlaces la localizo en la nueva formación
de psicoanalistas. Enlaces publica
clases, conferencias y jornadas; pone a trabajar los conceptos; traduce textos;
convoca a jóvenes psicoanalistas para que escriban, además de los que ya
circulan en el campo. La novedad de esa formación tiene un punto de partida: difundir
las últimas enseñanzas de Lacan como herramientas de experimentación cultural.
Y diría que esa enseñanza se sostiene en un
esfuerzo de poesía.
Para Jacques Rancière, que le llegó
Lacan vía Althuser, la política antes de ser programática es un término de disenso.
La política no es consenso. Hay política cuando se deja ver la fisura en un
ordenamiento social naturalizado, y por donde una nueva subjetivad política
puede advenir y producir un reajuste de cuentas. Es el mismo desarreglo
estructural del contrato social que
ocupó a Freud en “El malestar de la cultura”. La política es un malestar, pero
irreductible. Como herida en lo social se la puede suturar, pero, o supura
tiempo después o permanece la cicatriz como memoria acontecimiental. Ya lo
habrán advertido: la política como falla de lo social tiene el mismo
funcionamiento que el síntoma lacaneano.
Lo programático de la política será para Badiou, organizarse entre muchos e
inventar qué hacer con ese disenso sintomático. Este hacer con el síntoma
social crea una subjetividad política singular y organiza los cuerpos de otra
manera. La sociedad casi nunca sabe qué hacer con la herida y, entonces, o se
olvida que existe, o la tapa con algún adorno o, en el peor de los casos, cree
que puede tirarla por la ventana... Son
las mismas reacciones que tienen los sujetos del psicoanálisis frente a la
inconsistencia: reprimir, renegar, forcluir.
Badiou, va a solicitar un “sujeto fiel” a esta inconsistencia del
síntoma como acontecimiento.
El disenso de la política es ese dar-a-ver
el disfuncionamiento de lo social. Lo programático será agenciarse un sistema axiomático o caja de herramientas para
hacer de ese desarreglo otro modo de vivir de la gente. Las ficciones
axiomáticas de la política cambian los marcos perceptivos como lo hacen las
ficciones artísticas. Política y arte son sólo dos maneras distintas de
construir ficción. Hay algo de invención en la política, de improvisación como
le llamamos en el teatro. En la escena cuando se improvisa se lo hace en el
interior de una estructura o situación dada; pero la situación se mueve, se
desplaza con la acción porque siempre hay algún elemento, que queda descolgado
de la estructura, que no se sabe muy bien como nombrarlo y es por ahí por donde
se zanja la situación. Sostener ese blanco en escena y desplegar desde allí una
nueva organización efectiva de los cuerpos demanda un pensamiento y una
decisión. Hay que contar con un coraje padre para sostener ese punto de vacío y
crear desde allí una nueva organización de la enunciación escénica.
La situación del teatro actual en la
Ciudad de Buenos Aires reprime y reniega su término real de emancipación y ha
tomado dos vías o dos clínicas distinguibles, pero que se emplazan. Por una lado, se reproduce una dramaturgia,
que como el buen neurótico pervive en un enclaustramiento y yoicidad, que da
consistencia a un teatro impotente, que llamo “el teatro del deprimido”. “Hacen
el teatro de lo que son”, me esclareció Griselda Gambaro, luego de hacerle un
pequeño relato de una de esas obras que había ido a ver. Es decir, como
artistas no pueden hacer otra cosa que lo que el discurso amo comanda. En la
otra vía, se da consistencia a una dramaturgia que llamo “teatro del canalla”,
que goza con los impedidos y no se responsabiliza ni de sus formaciones ideológicas
ni de sus efectos en el “Otro social”. En fin, el teatro porteño se encuentra
en un impasse en relación a su posibilidad de emancipación. Es decir, de la salida de una minoridad,
en términos de Rancière. Mi postulado es que el primer paso
para elaborar una política del teatro es enunciar su situación. Porque contar lo
que hay permite hacer un "examen" de sus posibilidades y apostar un pensar-hacer.
En algún punto enunciar la situación
es parte de la operatoria psicoanalítica, que permite descubrir una capacidad,
un saber hacer, que singulariza la situación y autoriza a hacer otra cosa
distinta a la que hacemos mecánicamente. El conteo de la situación hace entrar
el recurso de la invención aunque uno pierda pie, se caiga, farfulle y provoque
risa. Pero el humor, como dijo Lacan, es “el tránsfuga del superyó”. Mónica
Biaggio ha escrito sobre ese escabullirse del superyó por la vía del humor. Yo
creo que el psicoanálisis tiene hoy una función militante. Una función de
cierta política. Precisamente, de una política formativa en la renovación
cultural cuyo sitio de disenso, en
este momento de mundialización del capitalismo, es Latinoamérica.
Que la revista Enlaces
esté decidida por la última enseñanza de Lacan no es menor y cambia los tantos.
Cambia la cuenta del psicoanálisis, es decir, qué se cuenta y con qué se cuenta
del psicoanálisis. Mónica Torres, la actual directora de la revista, lo ha planteado
de algún modo en un ensayo del libro Incidencias
de la última enseñanza de Lacan en la práctica analítica, que, entre otros
autores, se encuentra Graciela Brodsky. Es que a Lacan hay que leerlo de atrás
para adelante como un cuaderno árabe. Por cierto, en Francia, si ha de advenir
algún acontecimiento que saqué a los franceses de su impotencia francesa vendrá
desde los suburbios de Paris donde habitan la mayoría de los inmigrantes árabes
o no europeos… Decía, entonces, que Lacan es detectable retroactivamente. Esta
lectura llevada a su máxima intensidad, es decir, en su publicitación
organizada, tanto al interior del “campo lacaneano” como en los modos de
presentación del psicoanálisis en sociedad, modifica radicalmente la incidencia del psicoanálisis,
ya no, solamente, en el consultorio, si no en los otros discursos y prácticas
culturales. El psicoanálisis se politiza si se autoriza otro lazo social. En muchos ámbitos de la cultura -la política, las
ciencias sociales, el arte, la filosofía, etc.- todavía no nos hemos enterado
que en el psicoanálisis de Lacan lo primero no es el verbo mortificante, que se
lleva puesto al sujeto; sino un cuerpo de goce, que sabe arreglárselas a su
manera. En mi lenguaje pasado por Badiou, se trata en Lacan, de un
sujeto-cuerpo que no deja de estar situado, pero que tampoco deja de buscar el
momento donde puede decidir y elaborar un pensar-hacer.
Pensemos, si acaso, la regla de producción
teórica y literaria de enlazar no fue
también la de Lacan: la serie histórica del psicoanálisis en correlación con
otras series -la filosofía, la lingüística, la antropología estructural, la
literatura, las matemáticas. Y lo que asombra y resulta ejemplar es cómo Lacan
se interiorizó en las leyes de cada una de estas series para establecer otro lazo. Creo que esta es la primera
regla de producción axiomática de ese acontecimiento del pensamiento del siglo
XX que se llama Jacques Lacan. Esta
regla o axioma se decide por el lazo con otras prácticas y discursos para
pensar el múltiple, que vino a romper con el Uno y con el Todo, en la retirada
de dios durante el siglo XIX. Se trata de una regla para “preservar el vacío”,
como dice Mónica Torres, o el agujero negro que dejó dios, diría yo. De la
regla de producción de enlazar que ha hecho consistir Lacan para la práctica psicoanalítica,
como para su transmisión y escritura teórica, pienso que hay que servirse de
ella para la escritura psicoanalítica contemporánea. La revista Enlaces es la plataforma para ello. Entonces,
parafraseando a Miller y su esfuerzo de
poesía ante el desencanto, diría
para terminar, que la revista Enlaces exhorta
a los psicoanalistas a un coraje político de escritura como danza de huellas. Es decir, modos
singulares de inscripción literaria en la pragmática social.
Bueno, muchas gracias, espero haya
sido provechoso este enlace de mis palabras.
* Texto escrito para la presentación la revista de psicoanálisis y
cultura Enlaces N°15, realizada el 23
de agosto en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sivori. Imagen: obra conjunta de Francisco Hugo Freda y Matías Roth, Serie Lacan Freud Fotografía digital intervenida - 2008.

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