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viernes, 3 de marzo de 2017

MI QUERIDA (SIC) IBSEN

Crónica*

Por Marie Bardet

Dicho sea de paso, cuando fui buscar la entrada, el cartel decía: “mi querida Ibsen, entradas agotadas”. O así lo recuerdo.

Es en algún sentido, dicho sea con mi acento extranjero, una obra muy argentina. O así lo recuerdo.

Porque talla el castellano en una de sus palabras fundamentales (podría estar “extrañar”, tal como en la escena posterior, cenando) pero no; está “desasosiego”. Yo nunca entendí bien lo que significaba esta palabra, “desasosiego”, o por lo menos nunca le encontré una traducción exacta para mi idioma MATERNO, pero la escuché mucho. Y ahora, sólo le escucho una suma de capas de todos sus usos escuchados (es decir muy coyuntural, muy provisoria, muy inmanentemente o por lo menos casuísticamente) en cada una de sus ocasiones  en dichos de argentinxs en “mi vida” aquí. Tristeza, desilusión, desabuso (ya sé, no existe: désabusé), melancolía.

No, no es muy argentino éste castellano, es, mejor dicho (además de algunas frases (lagunas fresas) dificilísimamente pronunciables para los actores:“¿a dónde va a ir a parar?”, “todo mal, todo mal”), el uso de desasosiego es porteño, y, sobre todo, la ausencia de sistema de valor previo a su expresión (en (casi) ningún momento, el desasosiego está tildado de positivo o negativo, de productor de potencia o impotencia, de fuente de amor o de desamor, de heroína o no). Nunca se sabe. Es en el fondo re-amoral, por no tener esa grilla de valor a priori. Por eso el final es tan difícil, a cada paso un vértigo, el vértigo propio de la amoralidad, para no caer en la moraleja de la historia.

Dicho sea de paso, digo desasosiego porque me olvidé del resto (el olvido siendo un ejercicio básico de la tarea de espectadora), no me acuerdo de las otras dos palabras en torno a las cuales se tejen los tres actos de la obra. “tejer” porque la des-organisación del lenguaje en torno a un (no)centro borroso y no a una linealidad demostrativa, llama la palabra “tejer”. Gracias a ella.

Sea dicho de paso (algo decimonónico, entre ésta obra y yo, tenía que ser) me animé a decir “mi vida”, porque creo que en algún lugar (y no digo en el fondo, no hay), ésta obra es una obra que autoriza, que “me” autoriza, que autoriza lo que el término “mujer” no pretende decir totalmente, pero que lo autoriza o que lo invita, absurdamente, eventualmente, a decir “mi vida”, “una vida”.

1ero de septiembre 2013, o ¿habrá ya sido el 2?



* A propósito de la obra teatral Querido Ibsen: soy Nora, de Griselda Gambaro, dirigida por Silvio Lang, estrenada en el Teatro General San Martin de Buenos Aires, en 2013. Foto de Vale Fiorini; Belén Blanco, en el rol de Nora Helmer. 






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