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lunes, 10 de julio de 2017

LA PIEL DEL POEMA: DESCAMAR LA DRAMATURGIA NACIONAL

RESEÑA
Por Silvio Lang

Cuando Josefina Ludmer dice que “el gaucho no puede hablar” está en lo cierto. El subalterno no tiene voz (Gayatri Spivak): ningún gaucho argentino habla como se habla en el Martín Fierro, esa lengua es una refinada producción de las élites literarias argentinas. La literatura gauchesca es una técnica del disfraz: la teatralización de la otredad plebeya. Nacho Bartolone, no desconoce estas impostaciones institucionales, ni esas referencias de las teorías de género poscoloniales. A tal punto que la puesta en voz de sus actores se trama en tonada porá. 


Sin embargo, la operatoria dramatúrgica de Ignacio Bartolone es más extrema. Como no es un dramaturgo porteño etnocéntrico, que parodia a los impedidos del Capital como un Tinelli, o un Spregelburd, sodomizando al otro con un lenguaje cínico. Lo que hace Bartolone, por el contrario, es delirar la lengua gauchesca-correntina, producir situaciones disparatas con estados lenguajeros junto a los jóvenes del presente, atravesados por los estilos de vida cuir.


Porque ya no se trata, con Bartolone, de la dramaturgia noventosa: la parodia de la argentinidad, que perdura inviable e idiota en los recintos teatrales hasta el día de hoy, sino de la ficción delirante. La dramatugia escénica como producción de ficciones de la patria delirada. Tampoco, se trata de poner en crisis sino de poner en creación a la patria. Una patria, o mejor, una “matria” cuir. Porque la parodia puede destruir el modelo que critica y desde el cual se fecunda, pero no puede crear nada por si misma. Y Bartolone no se indexa en los maxikioscos personalistas de la dramaturgia porteña heteronormativa, si no que se sustrae y conecta con la escritura argentina contemporánea – Ricardo Sttrafacce, Martin Gambarotta, Carlos Raimundi, Maria Moreno... Lo que le permite tramar otras narrativas escénicas más atentas, inesperadas, vivaces, complejas y divertidas, que lo constelan, quizás, con dramaturgas mujeres argentinas del presente –Maruja Bustamante, Mariana Chaud, Romina Paula - o con el puto de Copi. 

La piel del poema, entonces, es la mutación del disfraz de las voces indebidas y las situaciones surrealistas; las diversificaciones de las identidades itinerantes de la mater-ia: hacerse gaucho-duende rosa, hacerse policía-poeta, hacerse guaina-fumona torta … Los nombres propios y los vocativos de los jóvenes de La piel del poema, son el crossdressing del amor: identidades-disfraces posibles para amar, como en las comedias de Shakespeare o de Marivaux, que eran buenos para el travestismo. 

Con la misma eficacia energética desmesurada de los actores de la anterior obra de Bartolone, Piedra Sentada, pata corrida, los actores de La piel del poema – Marcos Ferrante, Luciano Ricio, Cristina Lamothe, Karina Elsztein y Ariel Perez de María-, exhuman, en un riacho de chistes, una lengua dislocada del amor fronterizo y las identidades contrariadas, como los performers surrealistas de principio de siglo XX pero mixturada con el ritmo de los jóvenes de hoy, los que experimentamos una nueva épica política y queremos anudarla a una nueva educación sentimental. “Energía blanda para las causas rosas”, remata el gaucho manfloro, al final de la obra. Bartolone crea con sus actores un teatro de la incitación a las asociaciones alegres donde hablar es también coger y querer. 

Por eso, estirar la piel del poema es descamar la dramaturgia argentina, hasta vascular del lado deseante de las cosas, sumar otros objetos de admiración y diversificar las maneras de amar hasta fundar una “matria” delirada… Deformar las formas; amar lo que viene.




* Texto escrito luego del estreno de La piel del poema, de Ignacio Bartolone, en el Centro Cultural Rojas de la Universidad Nacional de Buenos Aires,  junio 2015. Temporada actual en Timbre 4

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