DISERTACIÓN*
Por Silvio Lang
Los poderes de la crítica
Dos lugares de poder
emplazan la crítica en el estado actual de la política teatral. Cada uno
compite con sus múltiples variaciones hasta confundirse en Uno. Banca Teatral llamaría al lugar más tradicional y Estado del Teatro al más reciente.
El primero es el que aplica juicios estéticos conservados que estabilizan los valores de cambio con el objetivo de producir liquidez de reputación y así regular el consumo teatral. La Banca Teatral intervine en la política cambiaria del mundo del teatro. Establece valor estético mediante el consenso de las categorías que usa. El consenso actúa como elemento de lucha por el puro reconocimiento y prestigio. La crítica de la Banca clasifica, enjuicia y con ello reproduce el poder en la cultura.
A este lugar se emplaza el Estado del Teatro con el poder de representar a los artistas: asimila los conceptos que los artistas consideran más apropiados a sus necesidades estilísticas. Si la lógica de la Banca es de exclusión la del Estado es inclusiva: el arte es Todo, proclama su lógica. Sin embargo, el Estado del Teatro, produce una emancipación debilitada: al representar a sus artistas los libera del peso de la tradición pero, en el mismo movimiento, los exime del azar de los públicos. El derecho al concepto, que el Estado otorga a los artistas del teatro, para que convenzan y certifiquen la condición de su estilo, no los escinde de la lógica de dominación. En el ascenso del estatus del artista se repite por otras vías la lógica del amo y del esclavo, y su inmanente lucha por puro reconocimiento y prestigio: el artista destrona al discurso amo y así se gana su puesto.
Sin embargo, ni el consenso de la Banca Teatral ni la totalización del Estado del Teatro pueden decir algo de lo que se resiste a sus discernimientos.
El primero es el que aplica juicios estéticos conservados que estabilizan los valores de cambio con el objetivo de producir liquidez de reputación y así regular el consumo teatral. La Banca Teatral intervine en la política cambiaria del mundo del teatro. Establece valor estético mediante el consenso de las categorías que usa. El consenso actúa como elemento de lucha por el puro reconocimiento y prestigio. La crítica de la Banca clasifica, enjuicia y con ello reproduce el poder en la cultura.
A este lugar se emplaza el Estado del Teatro con el poder de representar a los artistas: asimila los conceptos que los artistas consideran más apropiados a sus necesidades estilísticas. Si la lógica de la Banca es de exclusión la del Estado es inclusiva: el arte es Todo, proclama su lógica. Sin embargo, el Estado del Teatro, produce una emancipación debilitada: al representar a sus artistas los libera del peso de la tradición pero, en el mismo movimiento, los exime del azar de los públicos. El derecho al concepto, que el Estado otorga a los artistas del teatro, para que convenzan y certifiquen la condición de su estilo, no los escinde de la lógica de dominación. En el ascenso del estatus del artista se repite por otras vías la lógica del amo y del esclavo, y su inmanente lucha por puro reconocimiento y prestigio: el artista destrona al discurso amo y así se gana su puesto.
Sin embargo, ni el consenso de la Banca Teatral ni la totalización del Estado del Teatro pueden decir algo de lo que se resiste a sus discernimientos.
La potencia crítica
Si se dejó sobrentender
que el poder de la crítica es poder matar
al contrincante con el que me enfrento
en un duelo imaginario por puro reconocimiento y prestigio, la potencia crítica
designará aquí una zona de posibilidades y tentativas.
Trazando una diagonal en esa escena dualística, y traficando un término de Alain Badiou como maniobra de evitación de la muerte, llamaré inestética teatral, a la privación de matar lo que aún no ha tenido lugar. La inestética le da un lugar a lo que no es; o aquello que tiene una intensidad menor. Lo ninguneado, como se dice. Lo que se nos presenta como indiscernible. Si bien se ve lo que aparece en escena la inestética hablará de lo que queda indeterminado. Tratar con la indeterminación de la obra es vérselas con su potencia. Es decir, con aquello que no ha pasado al acto: sus posibilidades. Se trata de una zona que hay que explorar porque no se explica comparándola o diferenciándola con lo que hay o se conoce. La obra teatral no representa lo que ya conocemos; más bien suspende las representaciones que nos hacemos de lo dado. Si bien, la escena es, principalmente, un campo de decodificación, también, hay momentos de afasia. Sin esos efectos de silencio sería imposible decir algo sin precedentes, algo singular. La crítica de la inestética teatral habla en los efectos de una suspensión de lo dado. Recibe lo que puede ser.
Trazando una diagonal en esa escena dualística, y traficando un término de Alain Badiou como maniobra de evitación de la muerte, llamaré inestética teatral, a la privación de matar lo que aún no ha tenido lugar. La inestética le da un lugar a lo que no es; o aquello que tiene una intensidad menor. Lo ninguneado, como se dice. Lo que se nos presenta como indiscernible. Si bien se ve lo que aparece en escena la inestética hablará de lo que queda indeterminado. Tratar con la indeterminación de la obra es vérselas con su potencia. Es decir, con aquello que no ha pasado al acto: sus posibilidades. Se trata de una zona que hay que explorar porque no se explica comparándola o diferenciándola con lo que hay o se conoce. La obra teatral no representa lo que ya conocemos; más bien suspende las representaciones que nos hacemos de lo dado. Si bien, la escena es, principalmente, un campo de decodificación, también, hay momentos de afasia. Sin esos efectos de silencio sería imposible decir algo sin precedentes, algo singular. La crítica de la inestética teatral habla en los efectos de una suspensión de lo dado. Recibe lo que puede ser.
Un acto crítico
Se dijo que la crítica se
ocupa de lo que separa; se abisma en una
suspensión de lo dado. Jacques Rancière dice que es una experiencia de disenso.
Que lo crítico es lo que desplaza las líneas divisorias de lo que se puede
hacer, decir o mostrar. ¿Qué significa
esto? Que el discurso crítico localiza las escenas que fuerzan una
posibilidad. Nada más ni nada menos.
¿Cuáles son las posibilidades que se juegan en la experiencia de una escena? De eso trata la crítica. Nombrar la reserva de una escena –su virtualidad- implica un acto de riesgo. Hay que inventar lo que no se conoce aún. Hay que poner los recursos de la lengua materna a trabajar para que algo del sentido roce lo que puede ser. Si se escribe crítica teatral en estas condiciones no hay modo de no pasar por la angustia. Porque se trata de estar al límite de las propias referencias y dar un salto crítico a la invención.
La crítica teatral no describe, ni enjuicia, ni clasifica: reiventa con la obra lo que ha sido y lo que podrá ser. No recomienda una obra: la relanza al azar de los públicos.
¿Cuáles son las posibilidades que se juegan en la experiencia de una escena? De eso trata la crítica. Nombrar la reserva de una escena –su virtualidad- implica un acto de riesgo. Hay que inventar lo que no se conoce aún. Hay que poner los recursos de la lengua materna a trabajar para que algo del sentido roce lo que puede ser. Si se escribe crítica teatral en estas condiciones no hay modo de no pasar por la angustia. Porque se trata de estar al límite de las propias referencias y dar un salto crítico a la invención.
La crítica teatral no describe, ni enjuicia, ni clasifica: reiventa con la obra lo que ha sido y lo que podrá ser. No recomienda una obra: la relanza al azar de los públicos.
* Texto leído en el 1° Primer Simposio de Arte y
Crítica, del Centro de Investigación y Producción en Artes, de la Universidad
Nacional de Córdoba, octubre-noviembre 2011.

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